– 26-Octubre-2009 –
"Cuando estás en la silla de ruedas, ves el mundo de abajo hacia arriba. En el caballo lo ves de arriba hacia abajo… La experiencia es maravillosa".
Así describe Jordan, un joven de 18 años, lo que experimenta cada vez que monta el animal como parte de sus sesiones regulares de equinoterapia.
Jordan nació con espina bífida. Montar a caballo lo ayuda a controlar mejor su cuerpo y estimula su movilidad. Además de darle una "gran alegría": como él mismo dice, el caballo camina por él.
Gabriela (16) no puede expresarse con la soltura de Jordan, debido a que una complicación derivada de mala praxis médica le ocasionó un daño cerebral irreversible.
Tampoco Estefani (11), afectada por el síndrome de Down, pero el brillo de sus ojos y sus alaridos incontenibles delatan la emoción y el miedo al momento de montar al "Cuñado", un formidable cuadrúpedo de pelaje castaño y mansa disposición.
Ellos y otros tantos niños reunidos una tarde soleada en la caballeriza de la policía montada de Vargas, una entidad costeña situada a una media hora de la capital venezolana, obtienen mucho más de lo que está a la vista de esta singular terapia complementaria.
Quizás menos conocida que la técnica con delfines, la equinoterapia está siendo utilizada desde fines del siglo XIX para el tratamiento de algunas afecciones físicas y neurológicas.
En América Latina, Brasil y Argentina se cuentan entre los principales países con tradición en la materia. En Venezuela se trata de una experiencia nueva: hace cuatro años se abrió el primer centro, ubicado en el Fuerte militar Tiuna, y ahora los uniformados de Vargas lanzaron un programa piloto para ayudar a niños de escasos recursos de su comunidad.
"La temperatura del caballo tiene una acción terapéutica, y el movimiento tridimensional que viene dado por el patrón de marcha ocasiona cambios notables en el tono muscular", le explica a BBC Mundo Janet Graterol, especialista a cargo de los dos programas.
"Montar mejora el control del tronco. Pero además tiene un elemento de contacto con el animal, contacto con la realidad, el tener consciencia del otro, e incluso un valor recreativo", añade Graterol, quien precisa que se trata de un tratamiento suplementario a la medicina tradicional.
Por eso, la equinoterapia es utilizada en una amplia variedad de casos, desde la parálisis, el autismo o el síndrome de Down hasta la drogadicción o la esquizofrenia.
Dependiendo de la condición, el niño puede incorporarse a una terapia pasiva, en la que va acostado sobre el animal o acompañado de un especialista, o de forma independiente. Pero en toda circunstancia el contacto es directo, e incluye rituales de saludo y agradecimiento al caballo.
"Yo estaba entusiasmada, porque conozco a un niño, el hijo de una prima mía, que no caminaba, y con la equinoterapia comenzó a dar pasos y con el tiempo anda solo", cuenta Aracelis Colmenares, que acudió con su hijo por primera vez a una sesión con los caballos.
Mientras, otras madres emocionadas esperan en una esquina ver pasar a sus noveles y flamantes jinetes con el aplauso en la punta de los dedos, al tiempo que piden apoyo oficial para este tipo de iniciativa.
Nesesito Lola’s terapias para mi nino